El concurso es un mecanismo que data de más de 500 años de historia. No obstante, es, hasta hoy, aunque con sus imperfecciones, el modelo más desarrollado y democrático de producir arquitectura, en cuanto a lo que refiere a la adjudicación de un encargo, así como también respecto a las garantías que ofrece la decisión de un jurado idóneo que lo elige.
A lo largo de los últimos 100 años el Uruguay ha utilizado el concurso de arquitectura como instrumento para dar forma a la ciudad que deseamos. Precisamente ese enorme potencial que tiene el concurso, se ha convertido simultáneamente, en fuente de nuestros anhelos y frustraciones. Luz y sombra, el concurso nos ha permitido soñar (y más aún, dar forma material a esos sueños) pero también nos ha mostrado lo que no podemos tener y tanto anhelamos.